martes, 24 de enero de 2017

La revolución de Watchmen

Hasta bien entrados los años 80, el gran público poseía la visión del superhéroe tradicional: a grandes rasgos solía tratarse de un tipo recto, justo y valiente que se ponía mallas y capa y salía a luchar (y la mayor parte de las veces) contra el crimen.
Es cierto que actualmente quedan pocos superhéroes anclados a estos estereotipos y reglas clásicas: los justicieros han tenido que reinventarse… o morir. Batman o Superman, por ejemplo, han experimentado una evolución realista por parte de cientos de guionistas y dibujantes.

Y no sólo personajes concretos: obras independientes se han centrado en la cuestión de la visión tradicional del héroe en toda su totalidad. Prueba de ello son las más recientes Kick-Ass o Defendor, desde una perspectiva más oscura y pesimista.



Pero sin duda, éstas y otras obras tienen un antecesor común que removió las bases fundamentales del género de forma inequívoca. Éste no es otro que Watchmen, publicado en el 86 y ganadora del premio Hugo, escrito por Alan Moore y dibujado por Dave Gibbons.
Pero antes de hablar de la obra, conozcamos a ambos autores.

Alan Moore, para algunos el mejor  guionista de cómics de la historia, nació en Northampton en 1953. No tardó en destacar como escritor en el mundo de las viñetas, siendo aclamado por “devolver la vida” a superhéroes y personajes desfasados y anticuados, como La Cosa del Pantano (monstruoso ser a cuyo cómic dotó de un trasfondo psicológico tremendamente profundo).
Algo excéntrico y anarquista reconocido, no duda en realizar duras críticas a las adaptaciones de sus obras que son secundadas por su gran número de fans.
Es creador de icónicos cómics como V de Vendetta, The League of Extraordinary Gentlemen o From Hell, aunque finalmente se retiró en 2016 del panorama de los tebeos para dedicarse completamente a las novelas.

Dave Gibbons (Londres, 1949) comenzó su carrera en 1973 con el cómic 2000 AD. Desde entonces ha trabajado para las grandes editoriales del mercado anglosajón: DCMarvelDark Horse, etc.
Sus lápices han dado vida a variopintos y míticos personajes que van desde Batman hasta el Doctor Who.
Ha colaborado con las mentes más prodigiosas del mundo del cómic, y su trabajo sirve de inspiración a multitud de grandes artistas referentes más actuales.


Los recursos del cómic americano de superhéroes estaban enormemente agotados a finales de los 80. Los argumentos se repetían y eran bastante infantiles. La generación que había crecido en la época de oro de los  justicieros (sobre los 40)  exigía una mayor madurez en los argumentos. Por primera vez había un grupo de adultos que quería seguir leyendo cómics y que veían el suficiente potencial en el medio para alejarse de tramas sencillas y ridículas en pos de un realismo y complejidad mayores.


Poco a poco los superhéroes irían madurando y haciéndose algo más oscuros y creíbles. Pero, para Alan Moore, incipiente guionista  familiarizado con el mundillo, seguían siendo unos idiotas que se disfrazaban por la noche.
Así, aprovechando además el clima de tensión que la Guerra Fría generaría en América durante la década de los 80, ideó la historia que acabaría plasmando en Watchmen.
En este pretexto, los Vigilantes son un grupo de justicieros (sin poderes) retirados que ha sido prohibido por el gobierno bajo el lema “¿Quién vigila a los vigilantes?”. Sin embargo, no todos acatan las leyes. Buena prueba de ello es el personaje de Rorschach, un misterioso hombre que no tiene miramientos a la hora de tomarse la justicia por su mano.
Así, cuando el Comediante, uno de los Minutemen (los Vigilantes originales), es asesinado, comienza una investigación en una Nueva York oscura, sucia y condenada. De este modo, Rorschach se encontrará con viejos enemigos pero también compañeros.


Aquí los superhéroes clásicos dejan de ser buenazos perfectos e irreales para convertirse definitivamente en seres humanos con todo tipo de debilidades: mentes perturbadas, contradicciones y dilemas morales. Una visión muy alejada de las fábulas clásicas bien-mal. Porque en Watchmen no hay villanos… pero tampoco héroes. Y es que cada personaje posee su propia filosofía e ideología, sus dilemas y sus fobias.
El Dr. Manhattan, por ejemplo,  es prácticamente un dios. Un eminente científico que tras un accidente nuclear, se convirtió en un ser que está más allá del bien y el mal, capaz de ver el pasado, el futuro y el presente de forma simultánea… En efecto, la teoría del eterno retorno. Incapaz de distinguir entre el valor de un átomo y de una vida humana. Y que, pese a su increíble poder, no deja de ser una marioneta capaz de ver sus hilos.
Por otro lado tenemos al Comediante, nihilista hasta la médula, que se burla continuamente que creen en esa falsa justicia. El mundo es una broma cruel y lo mejor es reírse de ello. Reírse del poco valor de la vida humana, de la ambigüedad moralista y de la hipocresía del hombre moderno. Una reflexión acerca de cómo se trastorna alguien que ha contemplado el verdadero rostro del siglo XX…
Están también Búho Nocturno y Espectro de Seda, Adán y Eva, que encarnan el egoísmo del amor o a Ozymandias, la encarnación perfecta del utilitarismo y un personaje digno de Maquiavelo. Pero no hay mejor manera de conocerlos que pasando las apasionantes páginas de Watchmen


Cabe destacar que, como la máscara de Roscharch, el cómic es simétrico, (¡Os reto a encontrar la página central!) A partir de esta página doble que actúa de pliego, el cómic se desdobla hacia el principio y el final. La simbología, los personajes, las viñetas y el diseño de las páginas se corresponden entre sí a un lado y otro del centro Si en una página tenemos una viñeta doble, en la página correspondiente al otro lado del centro, tenemos el reflejo… formando un impresionante juego de espejos perfecto.



Pero sin duda, lo más bello y terrible a la vez de Watchmen es susimbolismo. Durante las páginas se suceden ingente cantidad de símbolos ocultos. Gibbons no deja en ninguna viñeta algo dibujado al azar. Detalles pequeños en apariencia pero que poseen relaciones con los distintos personajes, con sus diferentes posturas éticas, con el fluir de la historia. Incluso la mancha de sangre de la chapa que aparece en la primera página tiene un parecido escalofriante y nada casual con un reloj que marca las 11:50, otro de los grandes símbolos en Watchmen.

Pero, incluso sin toda esta red de significados ocultos y riqueza simbólica, el cómic nos ofrece un enorme mosaico sobre dramas atemporales de la humanidad, como otras obras universales. Watchmen, pese ser un cómic (formato que aún no se ha asentado completamente en la sociedad), nos ofrece una profunda y crítica reflexión sobre la naturaleza humana, el devenir de los tiempos y el inexorable paso de la historia.
Sin duda, una obra que no debería faltar en las estanterías de cualquier amante de las viñetas e historias en general, y que desdeTop80 os recomendamos encarecidamente como uno de los grandes cómics de la historia.



Por Javier Prado (@Japcoro)


2 comentarios:

  1. Sin duda el mejor cómic de todos los tiempos. Muy buen post y un blog muy entretenido :)

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    1. Muchas gracias por pasarte por el blog y comentar :)
      Nos alegra que te haya gustado. Pero ya sabes, no te pierdas futuras entradas! ;)

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